Una de las peores cosas que se le pueden reprochar a un deportista es que no sepa perder. Todos los entrenadores de mis tiempos de competiciones escolares nos repetían la importancia del esfuerzo, nos pedían que diéramos todo lo posible para ganar y nos felicitaban efusivamente cuando ganábamos, pero si perdíamos tampoco era un drama. El drama era no intentarlo, rendirse. Si se pierde en buena lid toca felicitar al adversario, analizar los errores y seguir entrenando para mejorar.
Saber perder es muy importante. Y te lo dice alguien a quien no le gusta perder ni a las tabas, que se emociona cuando va ganando al conti y que pierde al póker porque la emoción le descubre las jugadas buenas, que busca juegos de mesa cooperativos para evitar conflictos familiares y no se deja ganar por los peques de la casa para que aprendan el valor de la victoria.
Hay un montón de recomendaciones para enseñar a los niños a aceptar la derrota, pero creo que tan importante como saber perder es saber ganar.
Saber ganar no significa reprimir la felicidad del momento, no hay más que ver a los grandes campeones como disfrutan. Saber ganar significa, a mi entender, no ensañarse con el que pierde, ser consciente de que basta un paso para estar de uno u otro lado. Saber ganar significa ser elegante y acercarte a decirle al otro has jugado bien.
Puede parecer que lo difícil es saber perder pero con el tiempo me voy dando cuenta de que hay mucha más gente que lo que no sabe es ganar.
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